En una escena que quedará grabada en la memoria colectiva, una monja sorprendió al mundo al romper el estricto protocolo durante las exequias del Papa Francisco.

Ocurrió en pleno acto solemne, cuando miles de fieles, autoridades y medios de comunicación se encontraban reunidos para rendir homenaje al Pontífice.

Mientras se desarrollaba la procesión hacia el féretro, la religiosa, visiblemente conmovida, se acercó lentamente hasta quedar frente al cuerpo del Papa.

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En un gesto espontáneo y lleno de amor, se arrodilló, tocó con delicadeza el borde del ataúd y cerró los ojos mientras murmuraba una oración. Algunos testigos afirmaron que lloraba.

El momento fue captado por las cámaras y rápidamente se viralizó en redes sociales.

Lo que para algunos fue una “ruptura del protocolo”, para millones fue un acto auténtico de fe y humanidad.

La imagen de la monja, de hábito blanco y expresión de profunda devoción, dio la vuelta al mundo y generó una oleada de mensajes de respeto y emoción. Muchos la llamaron “la imagen más pura del duelo”.

En medio del ceremonial impecable, ese instante de vulnerabilidad y cercanía humana se convirtió en símbolo del amor que el Papa Francisco despertó durante su vida.

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