Me llamo Sofía, y este año cumplo 30. Una vez pensé que me quedaría soltera toda mi vida. Hace tres años, después de una cirugía, el médico me informó que no podría tener hijos. Esa noticia me empujó del cielo al infierno. Mi novio de cinco años permaneció en silencio toda la noche, y al día siguiente me envió un solo mensaje de texto: “Lo siento. Rompamos.”

A partir de entonces, dejé de soñar con un vestido de novia. Hasta que conocí a MateoMateo es 7 años mayor que yo, el nuevo director de sucursal que se hizo cargo de la empresa donde trabajo. Es elegante, tranquilo y tiene ojos que sonríen. Le tomé cariño, pero aun así mantuve mi distancia.

¿Cómo alguien tan perfecto como él podría elegir a alguien que no podía tener hijos como yo? Sin embargo, él tomó la iniciativa de acercarse a mí. En las noches de horas extras, me compraba una comida caliente. En los días fríos, dejaba discretamente un paquete de té de jengibre en mi escritorio. Cuando me propuso matrimonio, lloré. Le confesé toda la verdad sobre mi condición. Pero él solo sonrió suavemente y me acarició la cabeza. “Lo sé. No te preocupes.”

Su familia tampoco se opuso. Su madre incluso vino a mi casa para pedir mi mano en matrimonio, preparándolo todo meticulosamente. Pensé que estaba soñando, pensando que Dios se había apiadado de mí y me había concedido esta bendición tardía. El día de nuestra boda, vestí un vestido blanco, del brazo de él, caminando por el pasillo. Lloré al ver sus ojos amables bajo las cálidas luces amarillas. En nuestra noche de bodas, me senté frente al espejo, quitándome cada pasador.

Él entró desde fuera, se quitó la chaqueta del traje y la colocó en la silla. Se acercó a mí, me rodeó con sus brazos por detrás, apoyando la barbilla en mi hombro. “¿Estás cansada?” – preguntó suavemente. Negué con la cabeza, con el corazón latiéndome con fuerza. Me tomó de la mano, me llevó a la cama. Luego levantó la manta. Me quedé helada. En la cama, no estábamos solo nosotros dos. Allí, un niño pequeño, de unos 4 años, dormía profundamente, con mejillas regordetas y pestañas largas y curvadas. Abrazaba un viejo osito de peluche, profundamente dormido.

Me giré para mirarlo, mi boca balbuceando. “Esto… es…” Mateo suspiró suavemente, acariciando mi cabello. “Es mi hijo.” Me quedé quieta. Él se sentó junto a su hijo, con los ojos llenos de tierno amor. “Su madre… era mi ex-novia. Pero en aquel entonces, su familia era pobre, su madre estaba gravemente enferma, y ella dejó la escuela para trabajar en varios empleos. Cuando quedó embarazada, no me lo dijo. Dos años después de su nacimiento, ella falleció en un accidente.

Fue entonces cuando descubrí que tenía un hijo. Durante los últimos años, él ha estado con su abuela. Ahora que ella también ha fallecido, lo traje a casa.” Me miró fijamente a los ojos, su voz entrecortada. “Siento no habértelo dicho antes. Pero te necesito. Necesito una madre para mi hijo. Y también quiero una familia completa. Aunque no puedas tener hijos biológicamente, para mí, mientras lo ames, eso es suficiente. No puedo perderte.” Mis lágrimas cayeron, calientes.

Me senté en la cama, extendiendo la mano para acariciar el cabello del niño. Él se movió ligeramente, sus labios murmurando en sueños: “Mamá…” Rompí a llorar. Sentí que mi corazón se rompía. Miré a Mateo, viendo en sus ojos un gran miedo, miedo de que yo me fuera. Pero no pude. Asentí suavemente. “Sí… de ahora en adelante, tendrás una madre.” Me abrazó fuerte, muy fuerte. Fuera de la ventana, la luna brillaba intensamente, iluminando la pequeña habitación. Supe que a partir de ahora, mi vida entraría en un nuevo capítulo. Quizás no pueda ser madre biológicamente, pero aún puedo ser una madre, a través del amor. Y para mí, eso es felicidad suficiente.”