Durante una charla sincera en el programa Netas Divinas, la actriz Angélica Vale compartió detalles poco conocidos sobre el legado que dejó su padre, Raúl Vale, al momento de su fallecimiento hace casi 22 años.
Frente a las conductoras Galilea Montijo, Consuelo Duval, Daniela Magún, Natalia Téllez y Sofía Niño de Rivera.

La actriz reveló que, contrario a lo que se decía en los medios, no heredaron bienes, sino únicamente deudas.
Angélica recordó que la prensa en aquel entonces aseguraba que la familia peleaba por dinero, cuando la realidad era completamente opuesta.

“Nos dejó puras deudas”, afirmó con franqueza. La situación fue tan irónica que incluso ella misma se sorprendía al leer noticias sobre un supuesto patrimonio inexistente.
Según relató, su padre solo tenía una casa, pero esta requería muchos gastos de mantenimiento.

Ante esto, los hermanos mayores decidieron no hacerse responsables, pues el costo era alto y no era viable mantenerla.
Dejaron claro, por medio de documentos, que no estaban involucrados ni obligados a responder por esos compromisos financieros.

Vale mencionó que algunos familiares intentaron hacerlos sentir culpables, cuestionando por qué no querían “salvar la casa de su papá”.
Pero la respuesta fue clara: no podían ni necesitaban esa propiedad. Fue gracias a un tío que sus hermanas menores recibieron cierto apoyo en medio del caos económico.

Al referirse al destino final de esa casa, Angélica soltó una broma diciendo que era “puro chisme en clave”, sin entrar en detalles. Sin embargo, dejó saber que la vivienda quedó en manos de Hanny Sáenz, exesposa de su padre, quien años más tarde mantuvo una relación con el exesposo de Galilea Montijo, lo que causó sorpresa entre las presentes.
A pesar de los momentos complicados del pasado, Angélica Vale ha logrado forjar una carrera sólida. Actualmente, se estima que su patrimonio personal asciende a 7 millones de dólares, gracias a su trabajo como actriz, cantante y comediante, demostrando que ha salido adelante por mérito propio.
News
Mientras mi esposo me golpeaba con un palo de golf, oí a su amante gritar: “¡Mátalo! ¡No es tu hijo!”. Sentí que mi mundo se derrumbaba… hasta que la puerta se abrió de golpe. Mi padre, el despiadado director ejecutivo, rugió: “Hoy pagarás por lo que hiciste”. Y en ese momento, supe… que la verdadera tormenta apenas comenzaba.
Mientras mi esposo, Andrew, me golpeaba con un palo de golf en medio del salón, apenas podía proteger mi vientre de…
Después de pasar seis meses cosiendo a mano el vestido de boda de mi hija, entré en la suite nupcial justo a tiempo para escucharla reír: “Si pregunta, dile que no me queda. Parece algo sacado de una tienda de segunda mano.” Tragué mi orgullo, enderecé la espalda y me llevé el vestido en silencio. Pero más tarde, ocurrió algo inimaginable…
Durante seis meses, cada noche después del trabajo, Elena se sentaba frente a la máquina de coser y continuaba, puntada por puntada,…
Me casé con un hombre sin hogar al que todos se burlaron y ridiculizaron durante toda la boda… pero cuando tomó el micrófono y habló, reveló una verdad que nadie podría haber imaginado y dejó a toda la sala entre lágrimas y en shock…
El día de mi boda con Daniel comenzó con un murmullo incómodo que recorrió toda la iglesia como un viento…
Mi hijo me golpeó, pero guardé silencio. A la mañana siguiente, cociné un banquete suntuoso. Él bajó las escaleras, vio el mantel de encaje y las galletas, sonrió y dijo: ‘Así que, mamá, por fin aprendiste’, pero su rostro cambió de color en cuanto vio a la persona sentada a la mesa…
El sonido de la bofetada fue seco y resonó en la cocina como un disparo. No era la primera vez…
En la cena familiar estaba sentada allí con el brazo roto, sin poder siquiera comer. Mi suegra dijo: “Mi hijo le dio una lección”. Y su hermana presumió: “Ella pensó que mandaba”. Yo solo sonreí. Treinta minutos después, sonó el timbre y él descubrió quién realmente manda en esta casa.
Aquella noche en la cena familiar todo olía a carne asada, vino barato y tensión contenida. Yo, Emily Carter, estaba sentada…
En la cena familiar, mi esposo me vertió sopa caliente sobre la cabeza mientras su madre se reía. Luego dijo: “Tienes diez minutos para largarte.” Me limpié la cara, saqué unos papeles de mi bolso, los puse sobre la mesa y dije con calma: “Tienes razón. Diez minutos después…”
La cena familiar en casa de los Miller siempre había sido un campo minado emocional para mí, pero aquella noche…
End of content
No more pages to load






