Mi suegro me dio un regalo a escondidas, sin el permiso de mi suegra. Al regresar del trabajo, me siguió hasta la puerta del dormitorio y me lo puso en la mano. Temiendo que mi esposo sospechara, abrí la puerta y quedé atónita al ver que dentro había un pantalón roto y un trozo de papel con solo cuatro palabras escritas que me dejaron sin habla.
Mi suegro —el señor Rajesh— al principio era muy amable y hablaba poco en la vida. Pero últimamente, de repente, se había vuelto extraño, tratando a menudo de darme regalos en secreto. Al principio eran unos paquetes de mangos traídos del mercado de Delhi, o una lata de leche especial para mujeres después del parto. Pensé que le daba lástima su nuera, que debía quedarse en casa cuidando a los niños, así que no le presté atención.

Ese día, acababa de llegar del trabajo. Yo estaba en el pequeño patio de ladrillos rojos con mi hijo en brazos, cuando lo vi mirar hacia los lados, y luego seguirme en silencio hasta la puerta del dormitorio. Temblando, me pasó un pequeño paquete envuelto en papel, se inclinó y susurró:
—“Rápido, guárdalo, que nadie lo vea…”
Yo estaba algo confundida. Por miedo a que mi esposo —Arjun— llegara de repente a casa y empezara a hacer preguntas, en cuanto cerré la puerta abrí rápidamente el paquete.
Pero en cuanto lo vi, me quedé tan sorprendida que mis manos comenzaron a temblar y mi pecho se endureció.
Dentro no había oro, ni plata, ni dinero, sino… una enagua de sari rota, cuidadosamente doblada, y encima un papel tembloroso en el que solo estaban escritas cuatro palabras:
“Prostituta de familia.”
Todo mi cuerpo se enfrió.
En mi mente surgieron muchas preguntas:
—¿Por qué me dio esto mi suegro?
—¿A qué “familia” se refería?
—¿Está tratando de advertirme de algo, o es una prueba que él guardó por error?
Me senté en la cama, con la mano aún sujetando el trozo de papel, mientras mi corazón latía con fuerza.
En el pasillo se oyó ruido —tal vez mi suegra, Shanti, pasaba por allí. Me sobresalté, metí rápidamente el paquete de papel en el armario, como si hubiera escondido una bomba a punto de estallar.
La sensación era intensísima.
Desde ese momento, solo un pensamiento ocupaba mi mente:
En esta casa —en medio de la bulliciosa Delhi— se ocultaba una verdad espantosa. Y las personas implicadas… no eran solo mi suegro.
La obsesión detrás del papel
Desde el día en que recibí aquel paquete de mi suegro, yo —Rani— no podía estar tranquila. Cada vez que veía a mi suegra Shanti ocupada en la cocina, o escuchaba a mi esposo Arjun riendo en el patio, una desconfianza indescriptible me invadía.
“Prostituta de familia.” Esas cuatro palabras se habían quedado grabadas en mi mente como una mancha de tinta. ¿A quién señalaban? ¿Y por qué mi suegro no lo decía claramente, sino que me entregaba el paquete a escondidas?
Comencé a observar los movimientos de la casa. Durante el día, todo parecía normal. Pero por la noche, me di cuenta de que Shanti solía salir al balcón y hablar por teléfono en susurros. Contuve la respiración y escuché a escondidas, apenas logré oír algunas palabras:
—“…no vuelvas a llamar a este número… si Arjun se entera…”
Mi corazón se hundió. Eso significaba que Shanti escondía algo a su esposo y a sus hijos.
Decidí registrar el pequeño almacén del señor Rajesh. En un cajón antiguo, encontré más paquetes como aquel, con ropa femenina rota: un dupatta, una blusa de sari. Cada papel tenía frases escritas con mano temblorosa: a veces “Cierra la boca”, otras “No confíes en ella”.
Me cubrió el sudor. Era obvio: mi suegro sabía un secreto y trataba de advertirme a su manera.
Esa noche, cuando toda la familia dormía, me acerqué al señor Rajesh. Estaba sentado en el patio, pensativo, bajo la luz amarillenta que iluminaba su rostro cansado. Reuní valor y le mostré los trozos de papel:
—“Baba, necesito saber la verdad. De lo contrario, se volverá loco.”
El señor Rajesh tembló, sus ojos enrojecieron:
—“Rani, ten cuidado. En esta casa… los peligros no vienen de afuera.”
—“¿A qué se refiere?” —susurré.
Él negó con la cabeza, con voz quebrada:
—“Tu suegra, Shanti… ha llevado dos vidas. Por un lado, es una madre y esposa ejemplar. Por el otro… dirige una red clandestina. Las cosas que te di son pruebas de que obligaba a chicas pobres de los barrios bajos a… convertirse en presas.”
Todo mi cuerpo se heló.
El señor Rajesh confesó: años atrás, cuando la familia se trasladó de Lucknow a Delhi, Shanti se había vinculado con traficantes de personas. Fingía dirigir un fondo benéfico para ayudar a mujeres pobres, pero en realidad las estaba atrapando en una red.
Rajesh lo descubrió e intentó detenerla, pero Shanti lo amenazó con arruinar el honor de la familia si hablaba. Él se vio obligado a callar, guardando algunas pruebas en secreto, esperando que algún día la verdad saliera a la luz.
—“No me queda mucho tiempo, Rani. Solo tú puedes proteger a Arjun y al niño. No dejes que Shanti sepa que investigas. Ella es capaz de cualquier cosa…”
Las palabras de Rajesh me atravesaron como un cuchillo. La suegra a la que yo respetaba… se había convertido en un espectro que acechaba a toda la familia.
Esa noche abracé a mi hijo con fuerza, mi corazón golpeando en el pecho. Afuera, escuché el taconeo de Shanti en el pasillo, su sombra proyectada en la pared como un espectro alargado.
Supe que desde ese momento, no era solo la nuera de esta familia, sino la única testigo de un terrible secreto. Y debía elegir: guardar silencio para estar a salvo, o enfrentar a mi propia suegra y arriesgarme a revelar la verdad.
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