Después de trabajar intensamente durante dos décadas, Jack sentía que aún no había logrado lo suficiente como para considerarse un hombre exitoso.
A los 43 años, creía que podía hacer mucho más. Su esposa, Laura, sin embargo, pensaba diferente.
Jack conoció a Laura en el trabajo, pero ella dejó la empresa para iniciar su propio negocio. Graduada en marketing en una de las mejores universidades del país, Laura sabía cómo atraer clientes con el mínimo esfuerzo.
Cuando Jack vio cómo crecía el éxito de su esposa, empezó a sentirse intimidado y desarrolló un complejo de inferioridad.
Tras casarse, pensó que los padres de Laura no lo aprobaban porque él no era tan rico como ellos. Laura venía de una familia acomodada, mientras que Jack era de origen humilde.
Para compensar ese sentimiento, se enfocó más en su trabajo, esperando una promoción. Pasaba largas horas en la oficina y llegaba tarde a casa cada noche.
Un día, mientras estaba en el trabajo, recibió una llamada inesperada de Laura:
— “Jack… por favor, vuelve a casa ahora mismo,” dijo con voz temblorosa.
— “Mi papá… falleció.”
Jack la consoló y la ayudó a organizar el funeral.
Días después, Laura le hizo un pedido:
— “Quiero que mi madre venga a vivir con nosotros. No puede afrontar este dolor sola.”
Jack negó rotundamente:
— “No, Laura. Eso no va a pasar.”
Dos días más tarde, Melissa, la madre de Laura, llamó para decir que aceptaba la propuesta de su hija y que se mudaría con ellos.
Jack explotó:
— “¡¿Es que no entiendes que no la quiero en mi casa?! ¡Es ella o yo!”
Pero Melissa se mudó de todos modos. Jack intentó hacerle la vida imposible para que se fuera cuanto antes.
Un día, durante una reunión virtual con su jefe, Melissa entró de repente en el cuarto sin avisar.
— “Lo siento, Jack. Pero no recibirás el ascenso este año,” le dijo su jefe al final de la videollamada.
Jack cerró la reunión forzando una sonrisa y, al volverse, vio a Melissa en la puerta.
— “¡Laura! ¡Tu madre me está espiando!”
Poco después, Jack fue claro con su esposa:
— “Tienes que echarla antes de Navidad. No voy a permitir que arruine mi cena navideña. Que se vaya en Nochebuena.”
Laura, cansada de discutir, accedió a pedirle a su madre que se fuera en la víspera de Navidad.
A la mañana siguiente, Jack se sentía aliviado. Por fin tenía la casa para él. Decoró todo y pidió el plato favorito de Laura para la cena.
Pero mientras estaban sentados a la mesa, escucharon un coche estacionar en la entrada.
Jack fue a la puerta… y quedó helado: Melissa estaba en el asiento del copiloto, y quien conducía era Matt, su jefe.
Todos se sentaron a la mesa. Jack, confundido, no tardó en preguntar:
— “Melissa… ¿qué está pasando aquí?”
Ella soltó una risa suave:
— “Trabajé como secretaria para el padre de Matt cuando él era niño. Incluso lo cuidé varias veces cuando su padre no estaba.”
— “Lo reconocí en cuanto lo vi en la videollamada aquel día,” añadió.
Melissa había hablado con Matt y le había dado buenas referencias de Jack, asegurándole que era trabajador, responsable y comprometido. Gracias a eso, Matt reconsideró… y decidió ascenderlo.
Jack no cabía en sí de felicidad. Dijo que era el mejor regalo de Navidad que podía haber recibido, y agradeció tanto a su jefe como a su suegra.
Más tarde, avergonzado, Jack se acercó a Melissa y le pidió disculpas por su comportamiento.
— “Eres la mejor suegra que podría haber tenido,” le dijo, con sinceridad.
— “Quédate en nuestra casa el tiempo que quieras.”
Y así, ese año, Jack no solo ganó una promoción… sino también una lección de humildad, gratitud y familia.
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