Minutos antes de subir al escenario del emblemático Jet Set, Rubby Pérez compartió con su público un mensaje que estremeció corazones.

No fue una simple introducción, sino una confesión cargada de emociones, en la que el artista dejó entrever el momento personal que atraviesa.

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Con la voz templada por la experiencia, pero marcada por el sentimiento, expresó que cada palabra que esa noche cantaría estaría teñida de verdad, de lucha y de un amor que alguna vez dolió más de lo que sanó.

Rubby no mencionó nombres ni detalles específicos, pero bastó su mirada y el tono de su voz para que todos supieran que hablaba desde una herida reciente.

En su mensaje, dejó claro que hay batallas internas que nadie ve, que a pesar de los aplausos y la fama, el alma del artista también se cansa.

Dijo que cantaría desde el fondo de su corazón, no por obligación, sino por necesidad. Porque a veces, solo la música tiene el poder de salvarnos de nosotros mismos.

La canción «Sobreviviré aunque reviente contigo o sin ti» fue el centro emocional de la noche.

No es solo una melodía con fuerza, sino una declaración de guerra a la dependencia emocional, una promesa de seguir de pie aunque el amor haya dejado ruinas.

Rubby la interpretó como nunca antes, dejando en el aire cada palabra como un lamento, pero también como una promesa: la de continuar, incluso si el dolor parece insoportable.

Cuando subió al escenario, el silencio se transformó en una ovación. El público sabía que no estaban ante una presentación más.

Aquella noche, Rubby no solo cantaba: se desahogaba, se limpiaba el alma y, en cierto modo, se despedía de una sombra que lo había acompañado.

Cada nota fue como un grito de libertad, un acto de valentía envuelto en música. Algunos lloraron con él, otros simplemente lo miraron en silencio, con respeto.